Durante la Primera Guerra Mundial se
utilizaron aeroplanos y aeronaves ligeras para reconocimiento, ataque y
bombardeo. Durante los cuatro años que duró el conflicto bélico se construyeron
más aviones y se entrenaron más pilotos que en los 13 años que pasaron desde el
primer vuelo.
Además, una vez finalizada la guerra gran
parte del excedente bélico fue comprado y utilizado por aviadores, la mayoría
formados durante la guerra, para sacar provechos económicos como transporte de
pasajeros, fotografía aérea, propaganda, vuelos de instrucción, carreras aéreas
y exhibiciones acrobáticas.
Ya entre 1930 y 1940 crecieron rápidamente
los vuelos transoceánicos y de pasajeros y las marcas se fueron reduciendo año
tras año.
En la Segunda Guerra Mundial la
importancia de la aviación fue preponderante para los objetivos bélicos, lo que
derivó en un avance en el desarrollo de las tecnologías y un crecimiento del
número de aviones fabricados.
Terminada la guerra la producción de
aviones militares se redujo drásticamente, creciendo los pedidos de aviones
civiles. A modo de ejemplo en Estados Unidos, para el final de 1945 habían
pedidos para construir 40.000 aviones en contraste con los 6.844 de 1941.
Desde ahí en más los avances se sucedieron
uno tras otro, llegando a la realidad que vivimos hoy en día.
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